Por Cecilia Díaz¿Por qué todo el mundo habla de Rosalía?
Amada por la juventud, cuestionada por personas que no le ven "la gracia", Rosalía es gigante y no pasa desapercibida. Tuvo dos shows en Buenos Aires como parte de su Motomami Tour en donde ofreció flamenco pop, reggaeton, baladas y ritmo de videoclip.
27 de agosto de 2022 - 09:39
Por Cecilia Díaz
"Yo soy muy mía, yo me transformo", declara en la canción que abre el espectáculo. Se compara con las mariposas, una drag queen, con to'a las cosa' (y lo es).
Tiene 29 años. Nació en el norte de Cataluña. Abraza al flamenco y utiliza lúdicamente el autotune solo de a ratos, como si fuera un filtro de IG en una historia que dura segundos. También abraza al pop y convierte a todo su espectáculo en un gran videoclip. La acompaña una troupe de bailarines con outfit ajustado, torso casi al descubierto y transparencias. "Who is that girl?", podría preguntar, tranquilamente, la reina del pop.
Como bien dice: Rosalía es ella misma pero se transforma. Toma las influencias que tiene por raíz y por edad, las mezcla y arroja sobre la mesa como si fuera un juego de dados. No sabemos cómo hace pero termina siempre con una buena partida.
"¿Fueron al Four Seasons? Yo pasé y la pude saludar, me filmó Male y me salvó la vida. Imaginate saludarla y no tener video. El que no pudo entrar hoy fue Fran porque había comprado una entrada de reventa y cuando pasó el QR lo rebotaron... parece que lo cagaron porque le cobraron la entrada y desconocieron la compra en la tarjeta, un bajón". En una mini charla previo al segundo show de Rosalía en el estadio Movistar Arena quizás se pueda resumir todo lo que atraviesan adolescentes que reciben a sus ídolos por primera vez en su mayoría. Vivieron dos años cuidándose de la pandemia, hicieron reuniones en plazas y juntadas en casas pero lo cierto es que quienes hoy están terminando la secundaria o están arrancando a trabajar acumularon energías que las quieren explotar en festivales y recitales.
La mayoría de las personas que concurrieron a la cita con "La Rosi", como ella misma se presentó en una parte del espectáculo (haciendo claro guiño a sus fans, quienes la mencionan con el diminutivo), estaba montada: brillos, tops, transparencias, peinados, makeup. Parecía público de Madonna (lo cual tiene cierta lógica, claro).
Rosalía es pop. Rosalía es mainstream. Rosalía es la artista iberoamericana con más reproducciones en plataformas. Rosalía es la que se apropia tanto de "Gasolina" como de "Alfonsina y el mar". Rosalía es muchas cosas (y se transforma) pero, principalmente, Rosalía es cantora.
El escenario está despojado. No hay banda que la acompañe en vivo sino que su música son pistas. Hay pantallas, eso sí. Hay tres pantallas que son clave porque todo el espectáculo parece un programa de MTV: baile, música, colores, trucos, algo de escenografía. En algún momento agarra una Gibson Les Paul (tradicional guitarra de Slash, por ejemplo) o se sienta frente al piano pero, lo real, es que el instrumento principal de toda la noche es su propia voz.
El escenario es, también, un tablao: se lo pisa fuerte, cada movimiento es importante, la presencia de ella es todo y hasta convoca al duende cuando se calza una falda flamenca gigante y dramática para reivindicar sus raíces.
Este jueves y viernes brindó dos noches espectaculares, en su sentido más completo. Los shows fueron parecidos pero no iguales: el primer día subió con ropa azul, el segundo con rojo. La lista de canciones, que superó las 20, tuvo algunas alteraciones de orden. El juego espontáneo con el público hizo que en una noche la sonrojaran pidiéndole autógrafos en una nalga o que todo el lugar le cantara el feliz cumpleaños a un "motopapi" que estaba presente con un cartel para que lo leyera.
Rosalía no es una artista más con sobredosis de autotune. Tampoco le canta al amor romántico y tiene sensibilidad por las luchas de las mujeres (de ahí que en la primera noche tomara un pañuelo verde del público para cantar uno de sus temas). Rosalía parece saber lo quiere y va por ello. Pero no va sola, claro: la Motomami tiene a gran parte de la juventud de su lado.
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