Por Daniel Castelo
"Argentina, 1985" o cuando el cine clava un mojón en la historia
La película de Santiago Mitre llega a las salas en medio de un protagonismo insensato de la extrema derecha. La necesidad de reafirmar el Nunca Más en tiempos de oscuridad creciente.
03 de octubre de 2022 - 11:33
La frase, icónica como muy pocas de las pronunciadas por los hombres y mujeres que escribieron la historia argentina, se hace explícita hacia el final de la película, a modo de climax narrativo, conceptual, ético y político. Es la frase que sobrevuela la memoria colectiva desde el año al que hace referencia el título del film y se vuelve omnipresente (otra vez) desde que se forma fila en la puerta del cine, desde que se cruza con la mirada el afiche que muestra en primer plano a Ricardo Darín y a Peter Lanzani.
"Señores jueces... Nunca Más" fue dicho hace casi 40 años por un funcionario gris del Poder Judicial, uno que durante la dictadura cívico-militar que gobernó a pura muerte entre 1976 y 1983 ocupó un lugar menor, olvidable, imperceptible para el poder, pero que muy poco tiempo después se volvió una pieza excluyente de la nueva democracia. Ahí está la clave, o una de las claves, de hasta dónde nos atraviesan esas cuatro palabras.
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Julio Strassera fue el fiscal al que en 1985 le cayó encima la responsabilidad de conseguir las pruebas necesarias para condenar a los jerarcas del terrorismo de Estado, para meter presos a Videla, Massera, Viola, Galtieri y el resto del hato de criminales que secuestraron, torturaron y asesinaron a una parte de la generación que intentó cambiar las cosas en un país injusto. Y el tipo, con poco, con casi nada, pasó a la historia grande.
“Argentina, 1985” no es una película sobre el fiscal pero sí lo es sobre el juicio histórico que, sin margen de error, fue señalado en gran parte del mundo como “el Núremberg argentino”.
Santiago Mitre (El estudiante, La patota) dirigió y coescribió junto a Mariano Llinás (La flor, Historias extraordinarias) un guión que remite en toda su extensión a la oscuridad de lo que se juzgó en aquel 1985, de lo que apenas entonces comenzaba a salir de entre las entrañas de un país desgarrado y todavía aterrado por la sombra de la represión ilegal.
Montada sobre una encomiable reconstrucción de época, con una iconografía detallada pero sin saturaciones de lo que fueron los años 80s en términos estéticos, el film traza un relato enfocado en la labor de Strassera (Darín) y quien trabajó junto a él durante todo ese trayecto, el entonces debutante Luis Moreno Ocampo (Lanzani) con el fin de recabar testimonios que sustentaran las condenas que se pedirían para la plana mayor de la dictadura.
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Con una solvencia sostenida en una máscara y un registro diferenciados respecto de lo que le vemos habitualmente, Ricardo Darín lleva adelante una interpretación de fuste para su fiscal Strassera, a quien le imprime los matices propios de un hombre de medias tintas, edificado con pequeños gestos, con tonos al servicio de la narrativa. Lo mismo Peter Lanzani, cada día mejor en los papeles que le tocan en suerte. Su Moreno Ocampo brilla y lo hace lejos de la imitación. Sobre ambos se mantiene en tensión el peso del film, con las búsquedas, miedos y enfrentamientos internos que aparecen sobre la marcha. De voz del Moreno Ocampo de Lanzani, con la mirada clavada en el fiscal de Darín, es que escuchamos en uno de los picos dramáticos de la película que “hubo funcionarios que se hicieron los pelotudos” durante la dictadura.
El elenco principal lo completa, a modo de tercera pata que funge como sostén del personaje principal, Alejandra Flechner, que compone a la esposa de Strassera, compañera con peso propio y refuerzo del alicaído motor del hombrecito de Tribunales.
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“Argentina, 1985” es un fenómeno de convocatoria a los cines (con el meritorio plus de que se sabe que solo 20 días después del estreno estará disponible online). Y la noticia, más allá de la posible nominación al Oscar, más allá de Darín, de las ovaciones en festivales y de la taquilla, es central para contrarrestar un sentido común reaccionario que se fue instalando durante los últimos tiempos y hoy parece estar ganando una batalla cultural: la negación de los 30 mil desaparecidos y del horror que significó el genocidio argentino.
Volver a escuchar con sonido dolby e imagen HD el inolvidable “señores jueces... Nunca Más”, que en las salas colmadas en todo el país surja de forma automática el aplauso ante la enunciación de esa frase, que parte del público quede conmocionado por largo tiempo luego de la experiencia ante la pantalla, son enormes y celebrables buenas nuevas. Quizá no todo esté definitivamente perdido en este versus neofascista que la derecha parece haber instalado con éxito en todo el mundo.
Además de la mención a los 30.000 desaparecidos, además de la presencia (empequeñecida en pantalla pero visible) de una más joven Estela de Carlotto dando su testimonio en televisión sobre el secuestro de su hija, además de los pañuelos blancos de las Madres en las jornadas de alegatos, además del horror ante los testimonios de las víctimas, además de las caras de perros asesinos de los jerarcas, además de todo eso, “Argentina, 1985” pone en primer plano la necesidad de que el Nunca Más se sostenga en la memoria y en el discurso, en la palabra viva, en el ejercicio de la historia como aprendizaje. Por todo esto el largometraje de Mitre, de Llinás, de Darín, de Lanzani (y, por qué no, de Alfonsín, Strassera, Moreno Ocampo y los jueces de entonces) es más que una muy buena película, es el testimonio que el cine argentino deja en 2022 para la historia y la discusión política.
Argentina, 1985. Argentina/EE.UU., 2022. Dirección Santiago Mitre. Guion: Santiago Mitre, Mariano Llinás. Montaje: Andrés P. Estrada. Fotografía: Javier Juliá. Música: Pedro Osuna. Elenco: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Norman Briski, Claudio Da Passano, Carlos Portaluppi, Alejo García Pintos.
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