Autor desconocido. Considera que el anonimato es garantía de una vida apaciguada y una obra sin concesiones. Comparte sus días con Pavlov, un perro callejero, de pelaje negro y blanco. Desde la editorial El Gran Pez -guardianes del secreto- sabemos en qué laboratorio literario trabaja Yuri para crear su obra, sabemos de qué experimentos surgió la novela, quiénes fueron los primeros en leerla y quiénes los primeros en hacerla circular con devoción. Todo lo sabemos. A nadie nada nunca diremos. “Todos se escondieron ya” es su primera novela.
1) ¿Cuál fue el primer libro que te deslumbró y por qué?
“María Domecq” de Juan Forn. Empecé a leer de grande, por curiosidad. Muchos lo hacían alrededor, así que le di algunas oportunidades, siempre salteadas, pero la vida y los libros tardaron en coincidir. Sí leía el diario. De punta a punta. Nunca rechacé nada, y hasta tomé algún que otro libro de atajos, esos de cómo hacerse millonario, encontrar a Dios, mejorar la relación con la pareja. La lectura de “María Domecq” me cambió la perspectiva sobre la literatura. Yo pensaba que se trataba de una competencia por ver quién inventaba la mentira más inútil, la competencia por el mejor cuento, o creaba el mejor personaje: la chica inocente y frívola, el anciano sabio y solitario, la referencia sexual de una generación. Con “María Domecq” descubrí que la literatura podía conectarme con el momento más vivido y extremo de una persona, una manera de comunicación muy extraña que no había tenido la suerte de conocer antes.
2) ¿Tenés alguna manía o ritual a la hora de sentarte a escribir?
Ninguna. Cuando comenzó la pandemia, en marzo del 2020, quedé en el aire, tics y estereotipias me invadieron, iba de la cama al living, del living al almacén con Pavlov, del almacén a la cocina y así, dábamos vueltas sin poder mordernos la cola. Un día me descubrí escribiendo con fruición, sentí que se habían suspendido todas las manías, que había encontrado una forma de plenitud. Eso se acabó cuando cerramos la corrección de “Todos se escondieron ya”.
3) ¿Cuáles son los temas o problemáticas que más te interesan abordar?
Me gustaría dar con algo de lo que está ahí, el drama de los vínculos, la ridiculez de hacer planes a futuro. Un tema que siempre me pareció excepcional es el de la injusticia y de todo aquello que está en el orden de las pequeñas traiciones, los desniveles, los privilegios que hacen el día a día, todos esos hilos de los cuales la gente tira hasta que un día no da para más. Tal vez ese sería mi tema, el momento en que ese hilo se corta.
4) ¿Qué te gusta hacer cuando no estás escribiendo?
Me gustan las cosas que no se tocan: escuchar música, caminar, manejar. Me gusta malcriar a mis sobrinos y ver la cara de mi hermano cuando cumplo sus caprichos. Me gusta el momento y el lugar que nos tocó, yo sé que hay muchas cosas de qué preocuparse, pero no me genera culpa decir que disfruto de este caos.
5) ¿Cuál fue el último libro que leíste y recomendarías?
“Cancroregina” de Tommaso Landolfi.
6) ¿Podrías nombrar a cinco escritores/as que admirás?
No sé si es justo: Juan Forn, Christa Woolf, Quevedo, Daniel Sada y Romina Paula.
7) ¿Por qué escribís?
No sé si escribo. Empecé a hacerlo como una manera de lidiar con la muerte del tiempo. Junté una pila de historias sueltas que tenía en la cabeza, que había vivido, que me habían contado y las empecé a dejar por escrito. Tuve mi momento de adicción a los talleres, de los que me iba cuando pedían que prendiera la cámara. Eso se convirtió en una novela. Durante todo ese tiempo no podía hacer otra cosa. Apareció en mi vida algo que no había tenido antes y ahora no sé si volveré a hacerlo, no quisiera pasarme los días tratando de reencontrar un amor que ya no es recíproco.
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