La derecha parece envalentonada en América Latina. Chile, uno de los polos de las políticas neoliberales del continente, es cabeza de playa de todo movimiento reaccionario que asome la cabeza por estas latitudes. Este fin de semana unas cinco mil personas marcharon contra los inmigrantes y la xenofobia se disparó especialmente contra los venezolanos y venezolanas que residen en el país gobernado por Sebastián Piñera.
La reacción xenófoba, bajo el nombre de "No + migrantes" ocurrió en la ciudad de Iquique, al norte de Chile, donde los violentos quemaron pertenencias de familias venezolanas que duermen en plazas y otros espacios públicos.
La virulencia fue tal que el propio Piñera (de la histórica ala pinochetista de la política chilena) condenó los hechos calificándolos de "brutales agresiones". En tanto, desde la ONU expresaron "preocupación por la violencia y la xenofobia" registradas.
Los manifestantes portaban banderas chilenas y carteles con mensajes xenófobos y racistas, a tal punto que hasta acusaron al gobierno de derecha que maneja el país de no hacerse cargo de la crisis migratoria que se registra en el norte del país.
"Este problema de desplazamiento forzado de la población venezolana no va a desaparecer de un día a otro. Los estados pueden desarrollar políticas para integrar a la migración venezolana o pueden querer expulsar a todos, pero si vas a querer expulsar a todos hacia un país en que las condiciones de derechos humanos, humanitarias son tales, que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dice que no deben de ser regresados a Venezuela. Entonces estamos en un riesgo de perder la humanidad", señaló al respecto a la CNN Jan Jarab, representante para América del Sur del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
