"Hay muchísima ficción oscura escrita por mujeres, que no es lo mismo que terror género", advierte la escritora Mariana Enríquez, referente del gótico y el horror contemporáneos, quien también disparó contra espacios políticos que "exageran" la "importancia de las mujeres".
En diálogo con la agencia de noticias Télam, Enríquez explicó que "hay núcleos de escritura de mujeres, muchas escritoras trabajando diferentes géneros con diferentes registros -analiza-. No sé si venden más pero es un momento en el que sus libros circulan mucho más".
"Carolina Sanín no escribe género. Mónica Ojeda más o menos. Fernanda Ampuero sí. Después está Marina Yuszczuk, ¿pero las cosas de vampiros son de terror? No sé. A veces sí, a veces no. Acabo de leer este libro fantástico de Dolores Gil, 'Parte de la felicidad', una autoficción durísima que no tiene nada de género -enumera- No me parece que hay menos escritora de género. También pasa con los varones, son una generación que creció viendo 'Twin Peaks', leyendo Stephen King, siendo fan de Star Wars, criada con el fantástico como la mamadera", plantea la autora de "Nuestra parte de la noche".
Para Mariana Enríquez "hay un total desprejuicio, ya no hay cosas menores. Autoras híbridas como María Gainza o Verónica Gerber Bicecci, que mezclan crónica, autoficción y crítica de arte, en otro momento hubieran pasado desapercibidas. Acabo de leer 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus', de Laura Fernández, que no es fantástico, o sí, es un Vonnegut rarísimo y es una novela bellísima. Las anteriores quizás no hayan sido tan buenas pero no son tan distintas y sin embargo ésta la rompió. Están mirando más a las mujeres".
"Incluso están teniendo más respeto entre comillas, porque falta un poco: las escritoras de romántico histórico, que están en un lugar más ambiguo, el de los géneros considerados menores ahora, aunque sean los que la gente lee más". Así se refiere la autora de "El año de la rata" a la escena de la ciencia ficción, el terror y el fantástico, géneros literarios que recién ahora dejan de considerarse de segunda, en un momento de revisión de cánones que, entre otras cuestiones, recupera obra invisibilizada durante siglos de grandes escritoras.
-T: ¿Qué pasa con esos rescates en los que parece que eran todas pioneras en los suyo?
-M.E: Me parece, y lo digo como feminista, que cuando desde un lugar político exagerás la importancia y la presencia de las mujeres no les estás haciendo un favor. Hay un montón de mujeres que escribieron fantástico y ciencia ficción, sobre todo en el siglo XIX, hoy totalmente invisibilizadas y últimamente rescatadas en un montón de libros. Eso mismo mismo pasó con la ciencia ficción en el siglo XX y ni hablar de los géneros escritos por gente de color, con autoras como Octavia Butler. Si agarrás las compilaciones de escritoras del siglo XIX te das cuenta que muchas eran sufragistas, se divorciaban, eran lesbianas, laburaban, sobre todo, para las revistas de Dickens, que les pedía muchos cuentos de fantasmas. En los grandes géneros que en ese momento eran el histórico no entraban tanto, pero en el gótico sí. Había un montón y casi todas eran tratadas como colegas aunque tuvieran sus dificultades, como las Bronte, que van a buscar editarse usando seudónimo masculino y que cuando se descubre entre comillas que son mujeres, la que la pega es Charlotte porque sus textos son menos feroces que "Cumbres borrascosas", de Emily, y menos disruptivos que los de Anne, sobre todo "La inquilina de Wildfell Hall" que plantea a una mujer que abandona a su marido. Y Charlotte, que concedía un poco más al gusto popular, cuando la rompe va a los salones en Londres, se casa, gana guita, hasta le hacen una biografía. Eran colegas y estaban en la escena, tenían maridos que las bancaban y cuando no las bancaban los dejaban, eran profesionales en muchos casos. Escritoras que por ahí nunca escuchaste tienen 60 libros.
-T: EL discurso exagera, pero la invisibilización fue salvaje.
-M.E: Si investigás escritoras de gótico ves cómo gente súper famosa como Anne Rice, autora de "Entrevista con el vampiro", quedó invisibilizada y cómo eso no pasó con varones no tan diferentes a ella en la misma época. Louisa May Alcott, autora de "Mujercitas", hizo un cuento de terror de una tipa que se transforma en momia tipo película clase B, y yo no sabía que también se estaba divirtiendo escribiendo cuentos relocos. Visibilizar esto es mucho más honesto que exagerar un papel que no podía existir ni por historia, ni por rol, ni por educación ni por propiedad, son mujeres que no podían tener casa, si se separaban quedaban desamparadas y en muchos de estos cuentos leés ese miedo, fantasmas deambulan con bebés en brazos porque las echó el padre de la casa, porque quedaron embarazadas solteras y no tienen ningún derecho a herencia. Saber esto es más importante que ser la primera.
-T: Una idea que además es patriarcal.
-M.E: Ni ganamos ni perdimos. Tiene que ver con darle un contexto a lo que estaba pasando ¿qué mujer tenía tiempo de hacerse la reina en 1850? No estaban escolarizadas y las que sí, estaban en su casa, como Jane Austen. ¿Entonces de qué estamos hablando? Esto del patriarcado y la invisibilización, que termina sonando como palabras vacías, se hace muy real cuando vas a las fuentes y ves que de verdad les sacaron el lugar. Quedaron algunas y hay otro montón que no pero también pasó lo mismo con los varones, pero con las mujeres absolutamente más.
-T: ¿Y ahora?
-M.E: Ahora eso ya no pasa, una mujer no tiene mayores problemas para publicar y hay que aprovecharlo. Si por algún motivo es tu momento, y en general este momento que llega después de haber pateado la puerta hasta que se la tiró abajo, hay que meterse y ya, vamos, mostremos. Hoy en Argentina las grandes bestsellers son mujeres y no les dan bola. Todo el mundo las lee -Florencia Bonelli, Florencia Canale, Cristina Bajo-, pero no se habla de ellas. Hasta hace nada en Argentina, en los años 60, Silvina Bullrich, Marta Lynch, Beatriz Guido, vendían bestialidades y son las eternas olvidadas, y a la que se le daba bola era a Silvina Ocampo que no la compraba nadie.