Lo bestial y lo que acecha: entrevista a Agustina San Martín

En sus redes sociales se define como queer, argentina, directora y guionista. En su ópera prima, presentada en el la edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que acaba de finalizar, hay algo de todo eso y mucho más. El film se titula Matar a la bestia y está en medio de una carrera internacional más que auspiciosa: pasó con muy buena recepción en los festivales de Toronto, Huelva (Mejor Película), Guadalajara, Mannheim-Heidelberg (Alemania), entre otros.

La película, que también obtuvo buenos comentarios en su estadía marplatense, se quedó con una mención especial de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina.

Matar a la bestia brilla por su estilizada forma narrativa y también por el planteo visual, que hace carne y fílmico aquello de que, al fin de cuentas, el cine es fotografía y la fotografía es luz.

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"Hubo un laburo muy persistente en la estética de la película con la directora de Fotografía, Constanza Sandoval, con el director de Arte, Agustín Raboti y la directora de FX, María Paralta Ramos, con quienes ya habíamos trabajado en otras cosas antes", es lo primero que dice Agustina San Martín en diálogo con Infonews sobre el trabajo visual de su ópera prima.

"Ya entendíamos la dinámica, ya entendíamos cómo comunicarnos, cómo trabaja el otro, lo que a cada uno le gusta, qué es lo que al otro no le gusta, entonces estaba bien lubricada esa dinámica. Entendíamos muy bien el universo al que estábamos apostando", dice también. Y agrega: "Hablábamos muchísimo de cómo explotar lo pictórico de cada cuadro, como generar puntos de luz, sensaciones fantasmagóricas... fue un trabajo de sentarnos mucho, mucho, y lograr algo lo más preciso posible".

La ficción de Agustina San Martín se monta sobre una historia sobre lo que acecha y atemoriza. También sobre los vínculos y el deber ser entrecruzado con el pertenecer. Lo bestial del título sigue una línea temática que la realizadora exploró en algunos de sus cortometrajes previos, sobre todo en Monster God (2019). Hay, también, algo que conecta con el cine argentino de los últimos tiempos, podríamos decir también que con La Ciénaga (Lucrecia Martel, 2001) como semilla fundacional.

"Me gusta mucho lo intangible, me gusta mucho lo inminente", dice la realizadora. "De alguna forma también me divierte el misterio y cuando el misterio ayuda a reflexionar o a planteos más filosóficos, existenciales o políticos. Entonces en ese sentido me aferro a esos misterios y a esos monstruos para cuestionar un poco qué son las cosas, qué es lo que está pasando, qué significa la humanidad, lo humano, lo monstruoso en uno", completa. Y puntualiza: "Me gusta hacerme preguntas; el universo esotérico o terrorífico de algún modo me está permitiendo ese campo de juego para hacérmelas".

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In: —En una entrevista mencionaste alguna de tus influencias. A Darío Argento, por ejemplo. ¿Cuánto hay de él en el planteo que hacés del género en tu película?

ASM: —El cine de género me fascina. Hay algo del género que me divierte mucho y es lo cínico. Abrazar esa oscuridad es como cuestionar un poco la luz y darle belleza a esa oscuridad.. No sé por qué me genera tantas cosas, pero me gusta recrearlo. Debo mencionar a Nazareno Cruz y el Lobo (Leonardo Favio, 1975), que la tuve muchísimo de referencia para construir lo bestial, la noche, la luna. Es de un género contaminado esta peli. Si uno espera género siento que se decepciona. Tiene el mundo del género sin tener género.

Agustina cuenta que suele ver cine de género aunque en algún momento dejó de sorprenderla y hasta llegó a molestarle esa falta de sorpresa. "Siempre me va a gustar, desde que tengo 9 años que las veo. Películas que me hacían sentir que había cosas más allá de lo tangible", revela también.

Quizás la directora se haya aburrido de las fórmulas, parte de una máquina industrial que también apela a lo bestial, pero por otros medios.

In: —¿Cómo te llevás con el cine industrial, con el cine de masas?

ASM: —Me encanta, veo mucho cine masivo, mainstream. Antes no entendía por qué existía, por qué estaba bien hacer escapismo; ahora sí. Ahora lo entendí con la pandemia, porque me ayudaron a sobrevivir el escapismo y el cine mainstream. Entonces ahora estoy casi del lado opuesto: casi con más ganas de hacer cine mainstream que cine autoral. Hay algo de lo encriptado que tuvo esta ópera prima... me gustaría ya no focalizarme en eso, poder jugar con otro tipo de lenguaje.