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“Intento escribir sobre lo que le pasa a alguien que vive en esta época”

La escritora y profesora de Filosofía Luciana Pallero, autora de “La máquina de pelar manzanas” y “Ojo animal”, habló con Infonews sobre su nuevo libro de relatos “Lagunas y gitanos”, su incursión en distintos formatos literarios y la experiencia de haber vivido en Cuba.


No caben dudas de que Luciana Pallero es un alma inquieta. Nació en Buenos Aires, vivió diez años en San José del Rincón (provincia de Santa Fe), uno en Cuba y actualmente reside en localidad bonaerense de La Reja. Es profesora de Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y estudió fotografía, música, cine y cocina. Explorar para entender, bien podría ser el leitmotiv de esta escritora argentina que en los últimos seis años publicó tres libros tan diferentes como “La máquina de pelar manzanas” (2016),  “Ojo animal” (2019) y “Lagunas y gitanos” (2022),  todos por Blatt & Ríos. Infonews conversó con ella.

Infonews: -¿Cómo nació “Lagunas y gitanos”, tu último libro?

Luciana Pallero: -Nació de estar buscando algo corto para preparar clases de secundaria. Quería encontrar textos literarios cortos que remitieran a los conceptos de Psicología que pensaba explicar. Leía textos de un párrafo de cualquier tipo, buscando en Internet algo que me sirviera. Me empecé a interesar por la dificultad de contar una historia en poco espacio. Me di cuenta de que me gusta leer cosas cortas y que no hay tanto escrito.

In: -Al leer estos relatos uno tiene la sensación de que los fuiste escribiendo en distintos momentos de tu vida. ¿Es así? 

LP: -La verdad que no! Empecé a escribirlos en 2019 y seguí escribiendo hasta 2022, antes de publicarlos.

In: -El libro hace foco en las vivencias cotidianas, en los múltiples fragmentos que integran nuestra realidad familiar y laboral, principalmente. ¿Es fue tu intención inicial? ¿Observar el día a día para reflexionar sobre la vida que vamos tejiendo?

LP: -No, para nada. Entiendo que digas eso, que el libro hace foco en las vivencias cotidianas, pero yo no estoy de acuerdo. Me parece que la idea de vida cotidiana encierra un imaginario de telenovela familiar. Me gusta más pensar que es literatura realista en un formato corto. Eso me parece que es lo que terminó siendo el libro. Mi intención inicial fue escribir cualquier cosa que me saliera que tuviera un párrafo o dos. Finalmente, la mayoría de los textos quedaron de tres páginas.

In: -Me refería a que estos relatos breves no están anclados en hechos extraordinarios.

LP: -Sí, dicho así me gusta más. Porque eso de “vida cotidiana” me suena más a un tipo de ficción como las telenovelas familiares que hacen una romantización de una cierta idea de cotidianeidad; por ejemplo, los programas de Suar. Y a mí me parece que este libro no está dentro de esa categoría. También me llama la atención que cuando escribís historias un poco más largas, lo que tradicionalmente sería un cuento o una novela, también tenés un rango enorme de escritores y escritoras, de tipos muy distintos como los norteamericanos, los rusos, los argentinos, autores contemporáneos, etcétera. Ahora estoy leyendo “Stoner”, de John Williams, por ejemplo. Y todos hablan de cosas que nos pueden pasar en la vida cotidiana, por eso me suena raro que, cuando estamos haciendo foco en un hecho más corto, se llame a eso “vida cotidiana” y todo lo demás no. Creo que esto forma parte de un prejuicio que tenemos nosotros al decodificar géneros, algo así.

In: -También pretende indagar sobre cómo nos relacionamos con el dinero, sobre qué significado social tiene el concepto de “ganarse la vida”, ¿no?

LP: -Me han dicho eso otras veces sobre otras cosas que he escrito. Creo que yo debo pensar mucho en el dinero. La verdad es que intento escribir sobre lo que le pasa a alguien que vive en esta época, en un país de Latinoamérica, que es de lo único que puedo escribir, porque es lo único que conozco.

In: -Viviste un tiempo en Cuba. ¿Qué hiciste allá y qué recuerdos tenés de esa experiencia en la isla?

LP: -Viví durante un año, en 1994, yo tenía dieciséis. Mi familia se mudó allá porque mi madre fue a trabajar a la la EICTV, Escuela Internacional de Cine y Televisión. Lo incluí en la biografía porque pienso que me marcó de alguna manera esa experiencia. Pude estudiar allí, en la escuela de cine. Para ir a vivir a Cuba, tuve que dejar la secundaria un año, mi madre no quería que estuviera todo el día paveando y pidió que me dejaran ir de oyente y participar de los rodajes. Tomé algunas clases de fotografía fija, de iluminación. Algunas más. Hice producción en los rodajes. Me mezclé con los alumnos. Vivíamos todos, alumnos, profesores y sus familias, en una especie de complejo a cincuenta kilómetros de La Habana, ubicado en medio de un campo de toronjas. Eso me hizo conocer a gente que se tomaba el arte como un trabajo, con mucha seriedad, todo eso me interesó totalmente. Por otro lado, si me preguntaras sobre la experiencia particular de vivir en un país con una cultura política tan diferente, me marcó mucho comprender que lo que para mí era natural, en realidad no es natural, es cultural, puede ser de otra manera. Me acuerdo de haber ido una vez a un campamento de pioneros, de adolescentes, y de haberme puesto a leer las consignas que los profesores colgaban en las paredes; una decía SOLIDARIDAD. Me pareció contrastante que fuera normal promover la solidaridad a nivel comunidad con respecto a las cosas me habían inculcado a mí en mi educación en Buenos Aires. Me acuerdo de haber pensado en que en mi grado, en mi escuela de Buenos Aires, si una maestra hubiera intentado hacernos hacer una cartulina con la consigna de SOLIDARIDAD, los chicos la hubiéramos considerado tonta e ingenua.    

In: -¿Cuáles son tus referentes literarios o los/as escritores/as que más admirás?

LP: -Admiro mucho a los rusos, a Hemingway, a Carver, a Pizarnik.

In: -¿Considerás que la filosofía le fue abriendo nuevas puertas a tu literatura?

LP: -Sí, pienso eso. Pienso que hay una conexión entre leer filosofía y escribir. Como si leer filosofía me incentivara a escribir.

In: -Ya escribiste una novela, un libro de cuentos y ahora uno con sesenta relatos breves. ¿Qué fuiste encontrando en cada una de estas formas literarias y con cuál te sentiste más a gusto?

LP: -Escribir una novela me parece que es muy cómodo. Porque una vez a la semana me sentaba a escribir un capítulo o medio capítulo. No tenía idea de cómo llegaría a darle un final, pero cada semana pensaba en cómo seguirla y siempre tenía un rato para sentarme a escribir. Eso, pienso que hace que ese género sea fácil para combinarlo con las actividades de alguien que vive en una ciudad como Buenos Aires, si tenés disciplina. Pienso que es más o menos como ir una vez por semana a inglés o a yoga, es posible hacerlo. Así que me sentí muy cómoda. Lo único que me provoca cierta ansiedad, por decirlo de alguna manera, es la incertidumbre que tenía que sobrellevar durante unos meses sobre cómo darle un final al escrito. En cierta medida me incomoda, porque al menos en mi caso, el formato hace que el proceso sea inconsciente y descontrolado. El libro de cuentos “Ojo animal” fue el más dificultoso de los tres, el más incómodo. Creo que se aprende más sobre el lenguaje literario con formatos cortos que con formatos largos. Si te ponés a contar las páginas de los cuentos de Cheever o Carver, por ejemplo, creo que vas a encontrar que son cuentos muy parejos entre sí en cuanto a extensión; tienen diez páginas, dependiendo de la edición. Creo que esos cuentos de diez páginas están al servicio de una trama, los personajes se construyen en pocas líneas, igual que las escenas. Todo resulta en esos autores, me parece increíble que un personaje tome cuerpo en dos o tres oraciones cortas. A la vez, la trama (y el cuento en su complejidad) se cierra sobre sí misma en diez páginas. Quizás en esos cuentos haya un poco más de control sobre lo que se escribe, la ilusión de control si preferís decirlo así. En cuanto a escribir los relatos breves, creo que, otra vez, se acomodan bien con mis actividades diarias. Puedo escribirlos de una vez y eso es muy cómodo. No me da miedo de luego perder el hilo, el tono, y que me quede sin terminar. Después corrijo todo lo que puedo, pero digamos que el esqueleto lo puedo escribir en una sola vez que me siento a escribir, eso es tranquilizador.



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