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Algunos apuntes disidentes sobre Madres Paralelas

Netflix estrenó en Argentina lo nuevo de Almodóvar. Una notable Penélope Cruz protagoniza una historia que destaca la agenda político-social de España desde un aparato narrativo dominado por la corrección política.

No es época para añorar. Lo que ves es lo que hay, dijo repetidas veces Charly García en los 90s y 2000s sobre si mismo y, también, sobre las distintas capas de nuestros entornos sociales, culturales y políticos.

Lo que ves hoy en la pantalla de Netflix Argentina, en medio de un menú variopinto, es también lo que hay en la factoría de Pedro Almodóvar, el otrora enfant terrible del cine europeo, el revulsivo de la trinchera del destape en la España de los años 80s, la rara avis que rompió esquemas y se coló en la lista de los grandes de la historia del cine. Lo que ves, bajo el rigor del presente, es lo que ya no es.

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El estreno de Madres Paralelas en la plataforma más popular del streaming generó desde el mismo momento de su anuncio un aluvión de ansiedad y deseo por encontrarse con la nueva criatura del autor de Matador, La ley del deseo y la más reciente y aclamada Dolor y gloria, por citar algunos de sus hits (también responsable, nobleza obliga, de Los amantes pasajeros, al cual uno prefiere entenderlo como accidente antes que como parte de un corpus). Y no es para menos con el curriculum en llamas del artista. Pero así como no es época para añorar, tampoco lo es para sobrecargar las expectativas.

Madres paralelas nos trae a un Almodóvar que apuesta por el subrayado como herramienta madre, como columna vertebral de un trabajo que vuelca en high definition la agenda político-social de la España de estos años, pero con el corset de una corrección política que no le sienta bien al realizador.

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El director manchego, además de ser uno de los pocos hombres de la historia del cine que supo observar y contar el universo de la mujer con ternura y también con descarnada capacidad de descripción, es un artista que sienta posiciones y lo ha sabido hacer siempre con clase y estilo, tanto desde el esteticismo como desde costados guarros con los que supo plantar bandera de otredad. Pero en ninguna de las ecuaciones del cine de Almodóvar se había dejado colar, hasta ahora, la propuesta de contar a partir de la verborragia y el discurso con el dedo índice en alto.

Los personajes de Madres paralelas sentencian, resaltan y citan con la vehemencia de quien necesita impostar un poco más de lo necesario. “El presidente Rajoy ha dicho”, puede escucharse como introducción a una línea de diálogo a lo largo de conversaciones que se hunden en el tedio de lo previsible y, lo que es peor, en el barro del copy and paste de formas propias de editorialistas dominicales, lejos del vuelo del cine de autor.

Los derechos humanos, el feminismo, el valor de la identidad y causas como la identificación de víctimas del franquismo son mucho más que el entorno de culebrón que propone el guion, que a la hora de las resoluciones de los conflictos en danza opta por esquemas de un cine que está muy por debajo de la estatura Almodóvar.

Párrafo aparte para Penélope Cruz que, al igual que esas adorables callecitas de Madrid, se destaca por porte y luminosidad propia, muy por encima de la que expone el film como un todo. 

Que haya pronta revancha.



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